sábado, 22 de octubre de 2011

Convicción 2

Refiriéndonos a los límites infinitos, hay que tener en cuenta lo siguiente: Ya sea por la izquierda o por la derecha, los límites que tienden a “0” (cero), y no necesariamente al “–” (menos) infinito o al “+” (más) infinito, se toma en cuenta el signo de la izquierda (negativo) o en su defecto, derecha (positivo), para tomar en cuenta el resultado del infinito o la tendencia a un número en especial. Todo depende del signo. Según el signo, positivo o negativo, habrá una tendencia a un número, pero nunca un resultado real, sino que ambas, a pesar de la tendencia, se dirigen al más infinito, o al menos infinito. Por lo que los límites existen en la medida que los creamos. Y el resultado es sólo el signo. Que la vida sea una porquería o un paraíso sólo depende del signo que le pongamos adelante. Así que a la razón hay que convencerla de que si hay negativo también hay positivo, y que ésto sólo depende de cómo la miremos a través de los anteojos del miedo o del amor. Y esto sólo depende de nosotros. No se trata de negar la realidad sino de hacerla posible, y depende de nosotros, nadie más tiene la responsabilidad. La convicción es el fino arte de darme respuestas a través del uso de la razón. El carisma hizo que descubriese la resonancia armónica como la descripción de un hecho que proviene de la física misma. La convicción da respuestas que me permiten encarnar las virtudes descubiertas de modo que cuando me asalta la duda, sea más simple descartarla, en pos de seguir encarnando la virtud. Las respuestas que me doy, están estrechamente ligadas a la responsabilidad respecto de mi propia felicidad. De hecho, tengo el derecho y la responsabilidad de ser feliz. Y esa es la primera Ley. SÓLO PUEDO HACER FELICES A LOS DEMÁS, SI SOY FELIZ. SÓLO PUEDO AMAR A LOS DEMÁS SI ME AMO. En este caso, y es el más común, el orden de los factores sí altera el producto. La calidad del amor empieza por casa. Alguien que no se ama, no tiene la capacidad de amarme.

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